
CINEMA PRODUCCIÓN
LAS CLAVES DEL DOCUMENTAL
Un documental es siempre un viaje hacia el conocimiento
CLAVES DEL DOCUMENTAL
Prólogo
Cómo se cocina un documental...
El documental es lo más parecido a una comida. Tiene varios ingredientes, se consume en poco tiempo y al cabo de una semana, en el mejor de los casos, todos lo han olvidado.
Naturalmente hay una visión menos pesimista, igual que las buenas comidas, resulta, además de agradable, memorable. Pero no hay que engañarse, en general la persistencia de un programa de televisión es relativamente pequeña.
En todo caso su naturaleza resultará más o menos efímera si logra pasar la frontera del tiempo y se termina convirtiendo en un “documento”. No obstante, todos los buenos documentales pueden terminar por convertirse en documento; y muchos de los malos también, en cuanto al interés parcial que presenten sus sonidos o imágenes. Es por eso que más allá de las intenciones del documental, éste termina indefectiblemente convirtiéndose en testigo de referencia bien para situar el presente o bien para comprender el pasado. Por extensión, todo documental termina convirtiéndose en documento.
La comparación con la cocina tiene otros parámetros; idear el menú (confeccionar el proyecto), conseguir dinero para hacer la compra (vender la idea a un productor) y hacerla (preparar el rodaje y rodar), hay que limpiar y preparar los ingredientes (premontaje), hay que cocinar (editar y sonorizar) y hay que adornar con algún detalle (cabecera, créditos,etc). Además todo debe estar listo para la hora de la cena (el día de la emisión).
Algunos aseguran que la única regla es que no hay reglas. En eso justamente se parecen los documentales excelentes y los pésimos. Incluso las fórmulas más innovadoras y experimentales expresan un mecanismo interno secreto. No resulta fácil de percibir... pero la veleta convierte en visible el aire, que es invisible.
Preproducción
Pensar y vender un proyecto...
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Decidir
“Cómo meter los pies en la bañera” nunca puede llegar a ser un documental, ni siquiera un reportaje minimalista...
Muchos creen haber descubierto la pólvora con menudencias aún más pequeñas.
Un recorrido turístico por Marte nunca puede llegar a ser un documental, al menos por ahora. De momento hay que tener los pies sobre la Tierra.
Ésa es la palabra para que cualquier idea pueda crecer, que sea factible, razonable y que se pueda acometer en un tiempo razonable a un precio razonable.
En segundo lugar, que el contenido sea novedoso o que lo novedoso esté en el enfoque; en definitiva, que sea atractivo. A partir de aquí la idea primigenia se puede empezar a convertir en proyecto, no antes.
2- Vender el proyecto
Todo el mundo sabe lo difícil que es vender algo, especialmente en esta época donde todo el mundo es vendedor de algo, mercaderías, servicios, ideas.
En el fondo no hay que preocuparse tanto, lo más seguro es que su proyecto acabe en el cubo de la basura. En ese caso sólo conviene blindarlo tan bien que parezca a pruebas de plagios, entregarlo en el Registro de la Propiedad Intelectual y hacer el Depósito Legal correspondiente, lo que, aunque implica poca protección real, es lo mejor.
En el proyecto se deben incluir el mayor número de detalles en la idea esencial y el menor número de detalles en las ideas auxiliares (que son las que fácilmente un plagiador permutaría a modo de cortina de humo.
Por lo demás un proyecto puede tener una estructura u otra, pero resulta aconsejable que incluya epígrafes claros sobre la naturaleza del programa, su formato, su duración, etc. En todo caso debe dar la idea de que existen otras muchas ideas detrás y que éstas son claras, precisas, sintéticas.
Enseñe algo pero guarde algo también. En todo proceso de venta hay algo de picardía, el interlocutor debe entender que la idea es buena y que usted es persona ideal para llevarla a cabo. Pero no muestre todas sus cartas. Por el momento todos deben saber que la idea aún siendo buena llegará a convertirse en un programa aún mejor... si es usted quien la lleva a cabo.
Estudie bien la “zona ambigua del proyecto”, porque quizás será interrogado sobre ella. Y nunca de todas las claves. Utilice la fórmula de 1, 2, 3, 4... 6. No es difícil que el interlocutor interrumpa “¡Tenga en cuenta el número 5!”. Si eso ocurre es fantástico, porque hay más posibilidades de que el comprador lo haga suyo.
El guión...
2.1- La estructura estructurada
Es importante saber que no existe una estructura patrón, que cada documental tiene sus propias necesidades y no hay más receta que ésta, que exista.
Hay quien la crea antes que nada, incluso antes que el guión. Sobre ella edifica las secuencias y a ella somete las ocurrencias.
Por el contrario hay quien la fabrica a posteriori, con los materiales rodados, los archivos buscados y las entrevistas hechas.
Incluso existe el caso de quien no la tiene en cuenta en absoluto, crea todo un documental sin que haya un esqueleto consciente y sin embargo, consigue que no se caiga, sea un producto proporcionado y bien medido. ¿Significa en ese caso que la estructura no existe? Para nada, se ha dejado en manos del instinto lo que normalmente pertenece a la razón. Escarbe un poco y la encontrará.
2.2- Avanzar o morir
Es una regla de oro en cualquier buen documental, incluso en alguno malo; tanto es así que si el sentido de avanzar está presente es posible que no descubramos lo malo que es hasta el final. Lo cual, en cierto modo, es un éxito. El hecho de que el espectador haya estado “enganchado” durante media hora o más a un asunto que a la postre no le interesa sin duda debe reunir varios elementos, pero uno de ellos, con toda seguridad es el sentido de avance.
No hay ningún problema con el avance en los documentales biográficos o viajes, por el hecho de que el avance en ellos es connatural: después de un hecho histórico viene otro, y después de ver un paisaje viene otro. Sin embargo, no siempre es así en otros asuntos.
Cuando el objetivo de un documental es un tema monográfico, el sentido de avance es calculado y justamente eso se debe propiciar en el guión. En la práctica se trata de comenzar con un principio brillante, a ser posible sorprendente, plantear el asunto desde las primeras secuencias de una manera clara y atractiva, pero... dejar algo importante para la segunda parte e irlo anunciando indirectamente. Los norteamericanos son los más proclives a no abandonar al espectador a la publicidad sin hacer un rápido spot de lo que se verá en la segunda parte, que es una manera directa de decir al espectador: “¡quédese en el sillón, lo que verá a continuación es mucho más interesante!”.
Pero no siempre se tiene esa oportunidad.
El asunto es que la historia en sí misma avance, que la segunda parte no se más de lo mismo, que plantee nuevos paradigmas o que resuelva nuevas preguntas.
“Un guión no sólo es el texto del off, son ideas. Algunas ideas tienen off y
otras no, sólo eso”.
Un buen material puede resultar aburrido por el simple hecho de colocar mal las secuencias. Si todo se cuenta en la primera media hora, ¿qué necesidad hay de una segunda?. El espectador menos exigente tiene un deseo voraz de cosas nuevas, o de las mismas cosas contadas de forma nueva; el deseo de novedad es tan grande que una historia naufraga si no es capaz de llamar la atención progresivamente. Y ése es el camino, llamar la atención... progresivamente.
2.3- Cuidar la duración de las secuencias desde el principio
El montaje permite una cirugía de urgencia. Pero, ¿para qué desperdiciar escenas y metros de rodaje si se tienen las ideas claras desde el principio? Una vez más es una cuestión de equilibrio. Si tenemos media hora para hablar del cuerpo humano no tiene demasiado sentido dedicar diez minutos a los dientes.
Muchos documentales están llenos de desproporciones que no fueron corregidas en el guión.
2.4- En el montaje quitar es fácil, poner es imposible
El guionista no debe tener recato en escribir un poco más de lo necesario. El realizador lo agradecerá porque no le costará quitar lo que sobra.
Sin embargo, si el texto del guión se queda corto, en el montaje no hay nada que hacer. Sea generoso y escriba de más, aún a riesgo de que sacrifiquen la parte equivocada.
2.5- Mirar y contarlo
La diferencia entre un buen libro de viajes y uno malo no depende del itinerario sino de la calidad de la mirada. Un documental es igual: vas, lo ves, regresas y lo cuentas con imágenes.
Naturalmente hay que dar el dato preciso, aquel que sea de interés general, hay que promediar bien la información, hay que crear zonas de emoción, hay que escribir en un lenguaje adecuado a la audiencia (en general ni demasiado vulgar ni demasiado elevado), hay que remarcar la idea de avance y hay que escribir con letra clara y limpia (ingenuo guionista el que descuide la presentación). Pero lo importante está en qué se ve y cómo se ve.
Los objetivos de un documental se escriben en una sola línea: “los viajes de Colón”, “técnicas de caza de la viuda negra”, “contaminación en las grandes ciudades”, “pintura española” bajo el reinado de Asturias”, “la teoría cuántica y los agujeros negros” o “la influencia de Asterix en la juventud actual”...
Potencialmente todo es un buen tema. El asunto es que cuando éste se desarrolle, cuando adquiera peso, el epígrafe siga siendo el tema principal y no haya devenido en tema auxiliar. No sólo es un problema de fidelidad sino de coherencia.
Es verdad que durante el camino de búsqueda muchas nuevas ideas van a asaltarnos y que muchas de ellas serán tentadoras propuestas de nuevos documentales, pero eso es otro asunto. En cuanto se ha vendido una idea hay que desarrollarla, ir a por otra cosa sin previo aviso sería dar gato por liebre. Y por muy bueno que sea el resultado suscitará desconfianza.
Desde luego que si lo que se ha vendido es una sola línea, su nivel de compromiso es muy pequeño y la libertad de planteamiento es inmensa. Por lógica, cuando mayor es el nivel de particularización menores son las posibilidades de desarrollo y sabemos que muchas veces el proyecto que se vende es aquel que tiene un mayor despliegue.
No se preocupe, nadie da un cheque en blanco ni tiene por qué darlo.
Sea cual sea el planteamiento y el compromiso, su libertad creativa siempre encontrará caminos donde desarrollarse. Recuerde, la calidad está en la mirada.
2.6- Sinopsis, la reducción imprescindible
Leer fatiga, casi nadie quiere leérselo todo, a no ser que esté seguro de que le interese. Por eso, antes de dar el guión hay que anticipar una sinopsis.
La vida está llena de sinopsis: un anuncio por palabras, un trailer cinematográfico, un titular de periódico, la contraportada de un libro... A su modo, todo es sinopsis.
El truco es resumir en pocas palabras de qué va el asunto. Pero... no se descuide, en esas pocas palabras se lo juega todo. Sólo es el primer paso, pero si no aprueba no hay guión.
Desde un punto de vista formal una sinopsis debe ser atractiva, rápida y ajustada a la verdad. No debe esconder nada a la producción y sirve para establecer una idea cabal de qué va la cosa. Sin embargo no es lícito subrayar lo más interesante y novedoso, así como pasar por encima los temas más farragosos. El texto es continuo y no debe ir separado por secuencias, debe dar una idea de avance al mismo tiempo que ha de quedar claro cuál es el tema principal, cuál los secundarios y sugerir cómo han de acometer ambos.
2.7- La verdad siempre funciona
El argumento más recurrente suele ser que hay que contar, pero además hay que vender.
Es cierto, pero no lo es menos que un documental llega a un público que en el mejor de los casos discrimina, tamiza y analiza y en el peor acepta o rechaza. Naturalmente se puede engañar una vez, y probablemente con éxito, pero casi nunca más de una. La historia del documental contiene piezas que son verdaderas falacias, algunas magníficamente hechas, pero al final desmontables, invendibles y desacreditadoras. En primer lugar, de quien las hace.
El realizador y el guionista venden un producto, pero a la vez se están vendiendo a sí mismos. Por eso resulta importante no sólo ser convincente sino veraz. No se trata de un material indeleble, lo que se dice queda.
Pero hay más, el público actual desconfía de todo porque tiene que convivir diariamente con la mentira o cuando menos con la confusión. Los mensajes políticos, los publicitarios y muchos otros documentos que también viajan en soporte vídeo/cine han generado un merecido recelo.
¿Puede olvidar el realizador de documentales que su público tiende a considerar falso o exagerado su mensaje?
No sólo hay que ser bueno, sino parecerlo, ganarse la confianza del espectador en las primeras secuencias es parte del trabajo bien hecho, pero no todo acaba ahí. El documental tiene que defenderse a sí mismo. Y aquí nadie disculpa mentir por omisión. Profesionalmente hablando, la raíz de la verdad es obtener una buena y contrastada información, conformarse con menos es audaz y peligroso.
¿Mencionar un par de datos incorrectos en un documental no es la base para desacreditar la totalidad?
Ser riguroso es lo primero, ser honesto es lo segundo. No hay tercero.
2.8- Hay algo peor que un documental aburrido
Es otra cosa que no hay que olvidar, es lo peor que le puede pasar a cualquier producto audiovisual.
No importa si el tema está dirigido a un reducido grupo de físicos especializados en mecánica cuántica y sólo a ellos interesa. Ahora bien, si el documental provoca, en la audiencia a la que va dirigida, sea cual sea, bostezos generalizados o comentarios inapropiados, ya sabe cuánto se ha equivocado.
2.9- Crear bolsas de emoción
Un guión de un documental o de un reportaje maneja sobre todo información. La cuestión es que la información por sí sola no vale. La gente quiere saber pero también sentir.
Cuando un texto describe una profesión, una ciudad o una fiesta, de poco valen los datos objetivos si no van acompañados de emoción. Se trata de hablar de seres humanos y en el hacer siempre hay dolor, placer, cansancio, aburrimiento, valentía... cualidades humanas que han de ser transmitidas con la misma fidelidad que la información. Las ciudades están llenas de esfuerzo, cada barrio, cada pequeña tienda, cada gran empresa corresponde a una actitud emprendedora. ¿Cómo olvidarlo? La ciudad urbanizada o la ciudad caótica no se dan porque sí, igual que el arte, la guerra o la decadencia. Con independencia de su período histórico, de un modo u otro, los hombres siempre terminan haciendo cosas para / por / contra los demás hombres... Y ahora el documental se lo cuenta a terceros, de modo que si suministra las claves correctas, podrán entenderlo; no solo el dato histórico, artístico, antropológico o sociológico, también el dato humano.
Pero con la emoción hay que tener cuidado, igual que en una comida con la sal. La cantidad justa, ni una pizca más.
Frecuentemente hay documentales fríos como témpanos, pero hay otros blandos como un merengue. Los adjetivos calificativos se resbalan por el texto como un postre excesivamente dulce, y no hay quien los aguante.
Muchos reportajes de los reallities shows van sobrecargados y algunos documentales de naturaleza resultan tan antropomórficos como falsos.
Con la emoción hay que buscar el equilibrio. En esto la realización tendrá que cocinar, pero el guión debe aportar los principales ingredientes.
PRÓXIMAMENTE.